Una violación es un abuso de fuerza y de poder del hombre hacia la mujer, a la cual somete, humilla y anula como ser humano. Es un escenario de reinado individual en donde una persona realiza actos de posesión y control sobre otra. El hombre en este caso es un enfermo mental y social, en parte consecuencia de este sistema patriarcal en el que vivimos y nos formamos, mantenido por el estado y la iglesia, que en esencia genera desigualdad entre hombres y mujeres, en donde se determinan las relaciones sociales con reglas de conducta, prácticas de poder, discursos de legitimación, costumbres y hábitos permanentes de subordinación, de comportamiento y discriminación.
La salud mental es prácticamente inexistente en nuestra sociedad, en la que se aceptan esas actitudes sexistas que no se basan sólo en agredir físicamente. Esas actitudes y actos que sufrimos simplemente por el hecho de ser mujeres, que pisan nuestros derechos laborales, que nos obligan a comportarnos de una determinada manera socialmente. Es la doble moral de los sujetos que quieren pensar o creen que el machismo sólo se manifiesta en momentos puntuales, como las violaciones o agresiones, pero que en realidad está inserto en la propia estructura de las relaciones sociales y es potenciado en los niños y niñas desde la más tierna infancia.
En muchas ocasiones las mujeres nos vemos en situaciones en las que no queremos estar a través de gestos, tocamientos, chantajes sexuales, incluso llegando a un extremo, violaciones, en las cuales nos sentimos impotentes, como si nuestro cuerpo no nos perteneciese. En general, siendo objeto y no sujeto de nuestra propia sexualidad.
Y al igual que pensamos que un hombre no tiene derecho a controlar a una mujer, pensamos lo mismo con el resto de personas, las cuales denuncian lo anteriormente citado, es decir, que nadie puede decidir qué hacer con nuestro cuerpo, pero de cara a que tengamos la opción de elegir sobre si queremos interrumpir un embarazo, pues nuestro cuerpo nos pertenece, muchas veces dan un giro de 180 grados a su discurso, contradiciéndose por completo.
Actualmente en Valladolid estamos siendo testigos de varios casos de violaciones. Unas semanas antes, en el mismo escenario en el que se están dando estos hechos, el barrio de la Rondilla, tuvo lugar una manifestación del partido neonazi Democracia Nacional, para la cual se organizó un exagerado despliegue policial. En cambio, para coger a este violador las acciones son escasas y sólo nos han dado ridículas recomendaciones. El estado y su brazo represor, el cuerpo policial, que alardean de ser imprescindibles para la solución de todos nuestros problemas, son uno de los pilares que mantienen a este sistema patriarcal y tan falsos para decirnos que están haciendo todo lo posible para eliminar esas situaciones, que muchas veces no se valoran por las consecuencias que pueda tener para la otra persona, sino por las consecuencias legales que puedan recaer sobre el individuo que realiza la acción.
Desde Liza vemos necesario sacar a la luz todas estas acciones y actitudes hipócritas, que no hacen más que potenciar este problema que nos afecta a todas y todos.
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