viernes, febrero 08, 2008

Votar o no votar en las elecciones del 9 de marzo. ¿Para qué?

x Miguel Ángel Llana

Su voto es importante, dicen, para que con su complicidad se legalicen los atropellos en política internacional, el crecimiento de la brecha social y la pérdida de los derechos y libertades

Dentro de un mes tendrá una papeleta en su mano, pero como usted no es de fiar, ni siquiera usted mismo podrá introducirla en la urna. Así empieza y termina su actividad y participación democrática hasta dentro de cuatro años.

Si usted es militante del PSOE, PP, IU o de algún otro partido de ámbito nacional o autonómico -en la mayoría de los casos- ni siquiera podrá participar en la elaboración de los candidatos que presenta su partido, de modo que por esta razón -y otras muchas- cuando la democracia ni siquiera funciona dentro de los partidos, qué pueden esperar el resto de los ciudadanos. Las listas son cerradas, sin fisuras, para que todo quede atado y bien atado.

Una vez elegidos, el presidente del gobierno o cualquiera de los presidentes autonómicos, diputados o senadores, consejeros autonómicos, alcaldes y concejales jamás consultarán a sus militantes sobre las decisiones que han de tomar y mucho menos a los ciudadanos que los han votado. Sólo una pequeña élite decidirá a espaldas de los ciudadanos e incluso de sus militantes, por no hablar de la ley D'Hont, de las circunscripciones electorales y de otras muchas disposiciones que sesgan y tergiversan los intereses de los ciudadanos.

Con su voto, por ejemplo, España entró y se mantiene en la OTAN, interviene activamente e incluso militarmente, en numerosos países violando su soberanía, mantiene relaciones cordiales y apoya a regímenes criminales y dictatoriales de una larga lista de países, todo ello tanto con gobiernos del PSOE como del PP.

En cuanto a la política interior, el gobierno central, los autonómicos y sus partidos actúan contra y enfrente de los ciudadanos con una praxis política que criminaliza a los movimientos laborales y ciudadanos. En lo económico, aumentan las desigualdades sociales y la precariedad laboral. No corre mejor suerte la política relativa a la educación, sanidad, privatizaciones, el medioambiente y en definitiva todo lo relacionado con una planificación social sostenible a medio y largo plazo. La relaciones con la cúpula más conservadora y golpista de la iglesia se afirman cada vez más, el PP las apoya y el PSOE las financia.

Su voto es importante, dicen, para que con su complicidad se legalicen los atropellos en política internacional, el crecimiento de la brecha social y la pérdida de los derechos y libertades de los ciudadanos. Por esta razón y por otras muchas, vote, vote y legalice la situación.

La ley de financiación de los partidos sirve para que sólo los que puedan financiarlos tengan el partido que los represente, pero sólo a sus intereses. De este modo se salva y se conserva la unidad: el poder económico, la financiación y los resultados van de la mano garantizando que siempre queden bien representados en el partido que financian. Para eso pagan.

Si usted tiene ahora menos de 48 años no tenía derecho a votar, era menor de edad, cuando se restauró la monarquía, pero no importa, es monárquico por definición y si tiene más de 48 lo mismo. Consideran que usted no está capacitado para tener opinión sobre estos temas, ni tampoco para entender las leyes de la genética y menos las de la predestinación que son las que ponen o no reyes y reinos. Y sobre todo, cuando la monarquía y el monarca es impuesto por un dictador y aplaudido por la oligarquía que apoyó a ambos.

Pero sí, esto es un Estado de Derecho, cierto, sólo que para unos lo es más que para otros, y para otros muchos nada. Sus leyes nos amparan a todos, pero como las leyes están hechas a medida, sólo a la medida de algunos, a unos los protegen de todo y a otros los encarcelan por nada. Incluso unos tienen inmunidad, que es lo mismo que decir que son impunes. Pero hablando de leyes, de inmunes e impunes, en un más difícil todavía, el rey está por encima de cualquier ley sin importar lo que haga o pueda hacer. El rey está al margen de la ley, literalmente está fuera de la ley: es el rey.

El círculo de todo el entramado se cierra con el control de lo que han venido a denominar los tres poderes: ejecutivo (gobierno), legislativo (parlamento) y el judicial (tribunales) como si hubiera alguna independencia cuando los tres poderes funcionan como en un sistema de vasos comunicantes y cuando, además, los tres poderes están en manos del partido de turno que gobierna, y este de quién lo financia. Algunos llaman a este modelo de democracia partitocracia, como si los partidos pintaran algo y no fueran meros instrumentos del poder económico que es el que realmente gobierna. Pero que el juego de los partidos no pase de ser una ficción no quita para que sus dirigentes y muchos de sus militantes se hagan de oro y acaben incrustados en el poder económico como se está viendo cada día.

Pero aún hace falta más. El círculo se sella con la libertad de expresión. Si usted tiene unos cuantos millones de euros, usted tendrá libertad de expresión, pero, entonces no para decir lo que quiera -¿qué falta le hace con tantos millones?- sino para decir lo que le convenga o lo que convenga a sus intereses, que viene a ser lo mismo. Si no tiene esos millones también podrá, rara vez, de vez en cuando, decir algo pero poco y breve y, ojo, sin pasarse. Así se salva la pluralidad informativa para que nadie pueda decir que no hay libertad de expresión.

En resumen: vote y vote a cualquiera, qué más da, vote hasta en blanco, pero vote. Lo que cuenta es la participación y la suma de complicidades, colabore pues, cuantos más cómplices mejor, todo será más democrático y la conciencia de los políticos -si es que la tienen- quedará a salvo con su voto.

La Haine

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